En contra de las detracciones
Un
rumor, un chisme, un sabroso cahuín.
¿Quién no los ha oído? ¿Quién no ha sido víctima de una acusación sin
fundamento a sus espaldas? Creo que no hay nada más desagradable que ser parte
de un chisme, pero por otro lado debemos reconocer que hay una especie de
placer, un gusto por escuchar un rumor
cuando se trata de un tercero. Alguien dijo que el chismoso siempre que logra
su fin fue gracias a oídos cómplices que estuvieron dispuestos a oír sus
cuentos. Pero no nos saquemos la suerte entre gitanos, debemos reconocer lo último;
a los chilenos nos encanta el pelambre, el cahuín, el chisme. Es cosa de sacar
cuentas y ver que los programas de farándula como Primer plano de CHV, SQP,
grandes secciones en los matinales, todos ellos tienen cada semana fieles
seguidores, incluso los noticiarios han debido incluir un espacio a la farándula
–a mi juicio mal llamado “espacio de espectáculos”– en el cual se incluye los rumores sobre la vida de los famosos.
Pero usted puede rebatirme a modo de justificación: Es cosa de mirar hacia el
lado y ver que en otros países el chisme industrializado es mucho peor; la
prensa rosa y amarillista en países como EE.UU., Inglaterra, Argentina, México
etc. esta mucho más desarrollada que aquí, y que en esos países el asunto de
los limites sobre la murmuración es bastante más estrecho que en el nuestro. Si
su pensamiento es este, que le puedo decir; que lo siento y lo creo como cierto.
Pareciera que el chisme es parte de la construcción de nuestra sociedad, que
los programas de farándula son arquetipo de cómo debemos dialogar frente a un
chisme y como tal, lo mejor sería “dejar de ser hipócritas” y aceptar esta
especie de cultura del chisme y el rumor, y hacerlo pero con “altura de
miras”.
¿Debemos
aceptar los chisme, el cahuín y el rumor como normales? ¿Debemos aceptar estas detracciones como parte
habitual de nuestra vida y de nuestra cultura? Estoy profundamente convencido
de que NO debemos aceptar esto como normal. Es por ello que estoy en contra de
las detracciones. Pero ¿Qué es una detracción? Según los diccionarios detraer
es: Infamar, denigrar la
honra ajena en la conversación o por escrito. (Definición de la RAE) y ¿Qué es
murmurar? Murmurar lleva la idea de hablar entre dientes, dejar salir un viento
suave por entre los dientes hablando quejas o enojos contra otro. La RAE la
define como: Hablar entre dientes, manifestando queja o disgusto por algo.
Conversar en perjuicio de un ausente, censurando sus acciones.
Con esto ya en mente,
pensemos por unos minutos en los chismosos y murmuradores.
Claramente están los chismosos y murmuradores con mala intención consiente. Estos son aquellos que
planean un mal específico difamando la honra de un tercero. En ocasiones están
tan decididos cometer su mal que no tienen vergüenza en reconocerlo. Por
ejemplo, a veces hemos oído hablar a alguien diciendo frases como: Iré y les
contare como actuaba fulano y así sabrán su pasado y todos se enteraran que no
siempre fue tan santito.
Pero hay otro tipo de
detractores, aquellos que sueltan un una infamia sobre alguien “sin mala
intención” son aquellos que van regando pequeños rumores para que “tengamos
cuidado” con tal o cual. Son de aquellos que sueltan el rumor de una manera
suave y hasta agradable al oído. En ambos caso el resultado puede ser el mismo;
la difamación y deshonra de un tercero.
¿Se siente identificado
con algún tipo de difamador? Yo sí. Y hasta me siento avergonzado por ello,
pero sería un farsante si no lo reconociera.
Debe haber un pequeño
grupo que quizás no se sienta identificado porque es de aquellos que van por la
“vida de frente.” Ellos son confrontacionales, “nunca” han caído en propagar un
rumor, siempre resuelven todo
hablando directamente con el involucrado. Por esto último, ellos deben estar
concluyendo que tienen su boca bajo control. La verdad es que creo que no.
Muchas veces estas personas tienen que pedir perdón porque en nombre de la
verdad han ofendido, insultando al involucrado a veces con groserías, otras veces con burlas, en
otras ocasiones con sus imponentes tonos de voz. En sintieseis han dejado la empatía y la asertividad de lado y han lanzado la caballería encima del otro en
“honor” a la verdad. El punto es que
todos de alguna forma hemos perdido
el control de nuestra boca y debemos
reconocerlo. Recordemos que la maledicencia
es también un problema de nuestra boca y por ende todos debemos reconocer que
necesitamos controlar nuestra lengua, tanto los murmuradores como los
confrontacionales.
Tristemente
debemos reconocer que todos alguna vez hemos lanzado alguna murmuración, hemos
iniciado un cahuín o hemos ofendido a otro, incluso yo. –¡incluso usted David!
Estará pensado algún lector– Todos hemos
caído o resbalado en iniciar o aumentar la intensidad de un chisme u ofensa.
Si usted piensa sobre sí mismo como alguien que jamás ha realizado tal acto, le
pido por favor me contacte para poder felicitarlo en persona y tener el honor
de estar con alguien perfecto; pues si usted ha sido capaz de controlar su boca
en todo tiempo, –y vaya que cuesta hacerlo– entonces usted ha tenido bajo
control todas las otras partes de su cuerpo y por ende todas las facetas de su
vida han marchado a la perfección. Pero seamos sinceros. Hemos podido dominar
muchas cosas, tales como: grandes barcos con un pequeño timón o un poderoso
caballo con una insignificante cuerda. El ser humano ha domado hasta las fieras
más salvaje como leones, elefantes, orcas, tigres, serpientes, halcones etc.
pero no ha podido dominar su propia lengua. Un rumor dejado caer es similar a
una bala loca lanzada al aire sin destino cierto, no sabemos hasta donde
llegara y no sabemos cuánto daño puede causar. Un chisme puede dañar a alguien
a kilómetros de distancia. El pequeño
chisme, ese del tipo que pareciera no tener mala intención, puede ser
similar a un pequeño fosforo que se lanza encendido cerca de un bosque,
pensando que en el aire se apagaría, pero que al tomar un pequeño pastizal o
matorral y termina consumiendo sin control todo un bosque. Hace algunos años atrás
un turista israelí provoco un incendio de proporciones épicas en la octava
maravilla del mundo moderno. Gran parte del parque nacional Torres del Paine
fue consumido por el fuego debido al descuido de un turista. En total 16.000 hectáreas
fueron arrasadas sin control. Las perdidas en la flora y la fauna de aquel único
y maravilloso lugar son incalculables, todo por un pequeño fuego y un pequeño
descuido o mala intención de un solo hombre. Así también nuestras lenguas pueden iniciar un fuego que al
descuidarnos puede salirse de control
sin saber cuál será el alcance total ni la destrucción que provocara al final.
Las consecuencias de esto pueden ser irreparables y los daños incalculables.
Pero
esto sucede en el mundo, en el sistema malévolo de las personas que no creen en
Dios. En las iglesias, donde todos somos tan buenos, no pasa esto, ¿o sí?
El escritor Escoses William Barclay comentando
la palabra griega Katalalía, que se traduce al español como detracción del capítulo 2 versículo 1
de la primera carta de Pedro, describe esta situación de manera sencilla y
honesta: “Está el chismorreo despectivo de los demás (katalalía). Katalalía es
una palabra que tiene un sabor definido. Quiere decir hablar mal; es casi siempre el fruto de la envidia; por lo
general aparece cuando su víctima no está presente para defenderse. No hay
muchas cosas que sean tan atractivas como escuchar o .repetir chismes jugosos.
El chismorreo despectivo es algo que todos declaran que está mal, pero que al
mismo tiempo casi todos practican y disfrutan. No cabe duda de que hay pocas
cosas que produzcan tantos problemas y angustias y que sean tan destructivas
del amor fraternal y de la unidad de la iglesia.
Estas
son, pues, cosas que una persona nacida de nuevo debe quitarse de encima;
puesto que, si sigue permitiéndoles que actúen libremente en su vida, dañarán
la unidad de los hermanos.”
(Barclay, William. Comentario al Nuevo
Testamento, 17 tomos en 1, Pagina 987. Barcelona, España. Editorial CLIE, para
la versión española. 2006)
El Pastor Adrian Rogers solía decir en
sus predicaciones que “Una señal de estar lleno del Espíritu Santo
no es 'hablar en lenguas', sino controlar la lengua que se tiene.”
Y el evangelista ingles Leonard
Ravenhill dijo: “de qué vale “hablar en
lenguas” el domingo, si usted ha estado usando su lengua durante la semana para
maldecir y chismosear”
Debemos
reconocerlo. Las detracciones al interior de la iglesia son tristemente comunes, no somos inmunes a ellas, y quizás
por ser un grupo o comunidad que pasa sistemáticamente tiempo juntos y por otros
factores, los chismes suelen abundar. Ese hablar
del otro cuando no está, el hablar verdades a medias, el comentar de mala fe
con terceros los problemas, debilidades y secretos de otros, el difamar, el calumniar o dicho en buen chileno; el
pelar y el cahuín resultan ser una infección
capaz de provocar baja autoestima, desanimo, resentimiento, exclusión, raíces
de amargura y por ello terminar enfermos, infectados y contaminados de dolor y sinsabores.
Ciertamente
uno de los más grandes males que tenemos como sociedad e iglesia chilena es el
famoso cahuín. Estas detracciones impiden las correctas relaciones, y en los
casos más graves destruyen amistades,
generan confusiones y dividen a las familias y a las congregaciones.
Por
las detracciones algunos viven tristes, otros cortan relaciones y amistades, se
crean bandos, el dolor aflora, las lagrimas corren y corazones son quebrantados
de mala manera. Con las detracciones nadie gana, el resultado siempre es perdida.
No hay economía relacional que genere dividendos basado en la detracción.
Quizás
la única utilidad de las detracciones es que solo sirve de termómetro para
medir los grados de inmadurez que
tienen algunos, pues si no pueden controlar su boca difícilmente controlen su
cuerpo. Dicho de otro modo: si no pueden controlar sus palabras difícilmente
controlen sus actos. Por los malos dichos e invenciones o distorsiones
interesadas y (o) mal intencionadas e inmaduras, la vida de algunos se vuelve
pesada y difícil de caminar. Es por esto que nuestra boca (y todo lo que
ocupemos para comunicar algo de un tercero) debe usarse correctamente, pues si
la inmadurez o derechamente la maldad propia nos lleva a convertirnos en
detractores, calumniadores, difamadores, murmuradores, o cualquier otro
derivado de este infeccioso mal, y no lo detenemos a tiempo, las llamas pueden
descontrolarse y provocar un incendio donde la voracidad de la habladuría no se
saciara hasta consumir y reducir a cenizas toda relación involucrada, los escombros
y el olor a quemado serán nuestro acusador recuerdo, pero ya será muy tarde
para el lamento, y el llanto no servirá pues todo lo alguna vez construido será
consumido y destruido por el descontrol de la detracción.
No podemos controlar nuestra boca solos, necesitamos la ayuda de Dios.
Mat 15:18 Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto
contamina al hombre.
Como sugerencia, la lectura de los siguientes
versículos –Tomados de la versión RV.60– nos puede ayudar en relación con el
tema expuesto:
-
El
hombre perverso cava en busca del mal, y en sus labios hay como llama de fuego.
El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos.
(Proverbios 16: 27-28)
-
El que cubre la falta busca amistad; Mas el que
la divulga, aparta al amigo. (Proverbios 17:9)
-
Las
palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas. (Proverbios 18:8)
-
Porque
en la boca de ellos no hay sinceridad; Sus entrañas son maldad, Sepulcro
abierto es su garganta, Con su lengua hablan lisonjas. (Salmos 5:9)
-
Que afilan como espada su lengua; Lanzan cual
saeta suya, palabra amarga. (Salmos 64:3)
-
Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua
engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca está llena de maldición y de
amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre. (Romanos 3:13-15)
-
Porque
todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón
perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. He aquí nosotros ponemos freno en la boca de
los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. Mirad
también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son
gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así
también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He
aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego,
un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina
todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada
por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes,
y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que
es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella
bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están
hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición.
Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma
abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir
aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y
dulce. (Santiago 3:2-12)
-
Hermanos,
no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su
hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no
eres hacedor de la ley, sino juez. (Santiago 4:11)
Por David Muggioli C.
Por David Muggioli C.
Pd: Una publicación complementaria a este tema, publicada por la revista Coalición por el Evangelio, puedes verla en: http://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/cuidandonos-del-chisme
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