Bendita amistad
"La Amistad... Es el
instrumento mediante el cual Dios revela a cada uno las bellezas de todos
los demás. No son mayores que las bellezas de miles de otras personas:
mediante la Amistad, Dios nos abre los ojos a ellas."
Así concluía el capítulo sobre
la amistad, del libro Los Cuatro Amores, el gran escritor inglés C.S Lewis,
famoso por su saga "Las crónicas de Narnia."
Aristóteles dijo de manera sucinta y bella lo siguiente sobre la amistad: “Amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas, una obra maestra a dúo".
La amistad para mi es no ser rechazado, es poder expresar de manera libre y autentica tu más honesta forma de ser. Los amigos son personas geniales, y no porque sean genios necesariamente, más bien son geniales por la calidad de su aceptación (lo que no significa aprobación total de nuestros actos o pensamientos). Esta aceptación es tal que puedes expresar pena, alegría, gozo, tristeza, rabia… en fin, puedes compartir la vida sin ser juzgado, sin ser enjuiciado. Es crecer juntos, es desarrollarse, es perdón reciproco, es ayuda, es risa y alegría, son diferencias, y en ocasiones es confrontación justa y orientación oportuna. Amistad es más que tiempo y distancias, es hermandad mas allá de la sangre y la religión, es una relación que trasciende la lógica pues es un circulo inmensamente intimo al cual no se sabe como acceder pero que cuando estas dentro él, sabes que estás allí.
Los amigos no son perfectos; en ocasiones
olvidan fechas importantes (algunos nunca recuerdan tan siquiera una fecha). A
veces por no ser omnipresentes y también por otras causas menores, no pueden
estar todo el tiempo y en todas las circunstancias que quisiéramos junto a
nosotros. Otras pocas veces no cumplen con todos sus compromisos. Pero
recapacitamos, me perdonan y los perdono, volvemos a empezar, nos reconocemos
humanos, nos comprendemos, nos ayudamos a caminar, nos tendemos la mano, nos
corregimos, nos amamos y nos reconciliamos. Los amigos nos construimos mutuamente; hay una
especie de colaboración mutua, que a ratos es inconsciente, intuitiva, natural
y simbiótica, esto se da en la vida de los que son amigos en la cual nos
potenciamos y nos desarrollamos buscando el bien común protegiéndonos y ayudándonos
en una atmosfera cargada de cariño e informalidad.
En esta relación nos olvidamos de
nuestros títulos, profesiones, cargos u oficios y cuando hay tiempo y espacio
en común, nos juntamos para comer y beber algo y aunque en ocasiones todo esto
se hace poco y corto, es mucho mejor que estar sentado en una mesa llena de
delicias con personas ego-interesadas y desagradables. En fin, nos juntamos
para aceptarnos y de paso hablar de la vida y reír un rato.
Los amigos son invaluables, es como
encontrar un tesoro de incalculable valor, como lo menciona el deuterocanonico
libro de Eclesiástico: “Un amigo fiel es una protección segura; el que lo
encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio; su valor no
se mide con dinero. Un amigo fiel protege como un talismán; el que honra a Dios
lo encontrará. El amigo
es igual a uno mismo, y sus acciones son iguales a su fama.” (Eclo. 6:14-17)
La amistad es una bella relación en
donde las muchas horas se hacen pocas, en donde lo común es el centro. Con los
amigos compartimos nuestras penas y de ellas nos reímos y al recibir el calor
del cariño mutuo lloramos (y eso es algo difícil para alguien como yo que dice
no tener lagrimales jajaja). Hablamos de fútbol y de basquetbol,
hablamos del pasado, de los planes futuros, de otros amigos, de la próxima
salida. También hablamos de la familia, la esposa(o), la polola(o), el hijo(a)
o el sobrino(a) Etc., también conversamos sobre la última celebración, de las
dificultades que tenemos por superar, del libro y la película que nos gusta o
del próximo lugar que añoramos conocer. Es el gozo de lo común y lo reciproco
que nos lleva a compartir y disfrutar con los buenos amigos, y esto tanto en
cuestiones muy simple como en las más complejas.
Recuerdo de pequeño que con los
amigos los neumáticos desechados se transformaban en juguetes. Una plaza podía
ser una cancha de futbol, una cancha de baseball o un confortable living donde
sentarse a conversar. Una manguera y unas cuantas botellas se convertían en un
arsenal de guerra contra el calor. La iglesia se transformaba de algo serio y
ceremonioso en algo lleno de vida, con desorden y estridencia incluida. (Aunque
esto último nos valiera una buena reprimenda). Y así, mientras crecía, el
colegio dejaba de ser el templo del saber y era más bien el invernadero donde
se cultivaban algunas de las más profundas y duraderas amistades. Y la
estresante vida laboral se hace más llevadera y a ratos placentera si es
compartida con amigos.
Los amigos y la amistad son una riqueza de difícil definición
pues algunos como Aristóteles piensan que para ser amigos se requiere de
bastante tiempo consagrado a tan bella empresa, y en cierto sentido es verdad,
pues se le debe dedicar del escaso tiempo a un amigo para cultivar esa
relación, pero en el sentido del inicio de una amistad, el tiempo es
innecesario; pues como aquella antigua historia judía de David y Jonatán
la amistad puede surgir de manera espontanea y rápidamente volverse valiosa;
algo así como un milagro
inesperado donde las almas
quedan atadas en un momento y para siempre. (Aunque esa espontaneidad puede tener una explicación lógica
como patrones de vida en común, tanto patrones del pasado como presente o
admiración mutua que los atraiga rápidamente, entre otros factores). Pero más
que tiempo o espontaneidad en el surgimiento de la amistad y en el desarrollo
de esta, los amigos son un regalo, un don, una gracia divina transversal para
la humanidad y absolutamente necesaria para vivir en comunidad y aunque no es
necesaria para sobrevivir, es absolutamente necesaria para vivir bien, o en
otras palabras, como lo dijo C.S. Lewis: “La amistad no tiene valor de
supervivencia, sino mas bien es una de las cosas que le da valor a la supervivencia.”
Para sobrevivir físicamente no
necesitamos de amigos, más bien necesitamos de buenos alimentos, un tanto de
higiene y también una dosis de seguridad. Pero para vivir a concho la vida
sobre esta tierra necesitamos repartir Philía (amor fraterno, amistad, afecto)
y también es necesario saber recibir ese valioso calor fraternal. En resumen:
Necesitamos de amigos para poder disfrutar a plenitud y vivir bien.
Como la idea del carácter no natural
de la amistad –o del menos natural de los amores (natural en el
sentido biológico para sobrevivir)– que desarrolla C.S. Lewis;
considero como cierto que para sobrevivir físicamente no necesitamos de amigos
y por eso vemos a personas que pueden sobrevivir toda una vida sin tener
amigos. Pero para vivir espiritualmente, para llegar a vivir abundantemente
necesitamos de un único y particular amigo que siendo absolutamente diferente a
nosotros se hizo semejante a nosotros, solidarizando con nuestro dolor y
miserias, entendiendo nuestras alegrías y penas, guiándonos con su luz y
llamándonos de la oscuridad más profunda para disfrutar de la asombrosa y a la
vez apacible claridad de su presencia; San Juan 15:13 nos dice: “Nadie tiene un
amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos.” Y Cristo dio su vida
por ti y por mí. Entonces Cómo no hacer mía la expresión del viejo himno que mi
padre cantaba con su corazón: ¡Oh que amigo nos es Cristo! y que – imagino –
ese hermano y poeta irlandés escribió con tan profundo amor y gratitud.
Como no agradecerte divino y cercano
amigo que hayas llevado mi dolor y el de todos los que son tus amigos. Como no
agradecer a mí amado amigo por impartir tu paz, gozo y santo amor. Como no
expresarte mi amor si eres mi refugio eterno y mi confidente a quien puedo
contar todo en oración. Como no agradecer tu desinteresado amor fraterno que
tomando mi lugar me regalaste la prueba de tu sincera y pura amistad, y que
recibiendo el castigo en mi lugar me diste la oportunidad de volver a empezar.
¡Gracias! Por siempre y siempre gracias Dios.
Cada uno de mis amigos son causa de
alegría y placer, ellos han agregado un valor entrañable a mi vida y me han
enseñado sobre la vida mucho más que las aulas y que muchos profesores y
maestros. Y aunque no siempre pueda verlos o hablarles son parte permanente de
mi vida y mi existencia y solo tengo gratitud para con ellos.
Gracias a cada uno de mis amigos
porque a pesar de que en ocasiones les he fallado continúan allí firmes como
columnas, como gladiadores defendiendo, cuidando y queriéndome. Gracias a
todos, los quiero mucho sin excepción. Y a los amigos y amigas que les he
fallado y decepcionado profundamente: no tengo excusas. Solo
les pido perdón.
Este escrito fue pensado con mucho
cariño para cada uno de mis amigos y también fue pensado en quienes son amigos
de alguien más y entregan ese calor fraternal.
PD: En este pequeño escrito, al
igual que en la canción de Marcos Vidal, no necesito dar los nombres o
apellidos de mis amigos porque de sobra ellos se saben aludidos.
¡Vivan bien, vivan siendo amigos!
Un gran abrazo. Por David Muggioi C.
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