Carta a mi amiga maltratada
Este título no es
original, es de un excelente consejero con el cual tituló uno de sus libros. No
siempre estoy de acuerdo con él –quizás, si reviso bien, sean muchos mis
desacuerdos- pero si hay algo que admiro de él es la tenacidad, amor, gracia,
firmeza y convicción con la que batalla por sus principios, creencias y valores,
algo muy extraño en estos días ¿no? En algún momento de mi vida espero tener
algo de aquello, acercarme tan siquiera un poco. Me refiero al Dr. David Hormachea.
A continuación y sin
preámbulos les compartiré mi propia carta escrita con profundo cariño a mi
querida amiga.
Para mi muy querida:
Sabes, alguna vez
alguien abrió su corazón y me compartió el mundo de violencia del cual fue
víctima, cuando iba contando su experiencia muchas cosas sentí en mi corazón;
rabia, enojo, impotencia, tristeza, y mis ojos como siempre me delataban. ¡Y cómo
no sentir eso! si describías las marcas que dejaban esos golpes, marcas que no
solo quedan en el cuerpo, también en el alma, en la dignidad personal. No podía pensar en otra cosa. Esa historia y esas
palabras me hacían recordar donde crecí y todas esas mujeres que sufrían por los
malos tratos de hombres que decían amarlas. Mi padre y mi madre atendieron a
muchas mujeres que después de las reuniones en la iglesia se quedaban a contar
como sus esposos o incluso sus padres las maltrataban. Esos bancos de madera hechos
con las manos de mi padre en colaboración con las manos trabajadoras de sus
hermanos y amigos, fueron testigos de las
muchas lágrimas y sufrimientos por parte de mujeres que fueron sometidas al
dolor, insultos, presiones, manipulaciones y aun a golpes. Estas mujeres,
durante el día eran fuertes, sonrientes, trabajadoras, madres, dueñas de casa,
parecía que poco o aun nada pasaba, parecía que todo transcurría con cierta
normalidad, pero muy poca gente estaba al tanto de lo que ocurría, ellas
querían que todo fuera normal pero no había sido así, no era así.
Durante las noches -y
no todas las noches- estas mujeres se permitían, solas o a veces acompañadas de
alguien de confianza, llorar, quebrarse, desahogarse, relatar el infierno por
el cual les toco transitar. Así transcurría la vida de la mayoría de esas
mujeres maltratadas, con la esperanza de que algún día todo cambiaría y que
nunca más serían abusadas.
Sabes, jamás un hombre
debería golpear, manipular e insultar a una mujer a quien dice y afirma amar,
pero pasa, sucede y lamentablemente, en este mismo instante, debe haber alguien
que está siendo maltratada.
El no ser abusada, el
ponerle fin a todo esto, no solo depende de quienes estamos a tu alrededor para
apoyarte y para cuidarte, también depende de ti; busca consejo, busca ayuda, no
calles, no estás sola, sal de allí antes de que sea tarde, si es necesario
denuncia y hazlo cuanto antes. Recupera tu dignidad que ha sido violentada. Di
firme y decididamente ¡Nunca Más!
Nuestras tierras
chilenas y latinoamericanas tienen un mal y es que hay muchas bellas y
esforzadas mujeres que durante el día sonríen, trabajan, estudian y viven como
si todo estuviera bien, pero durante las noches lloran, pues al colocarse el
pijama ven las marcas de los golpes que en nombre de un sucedáneo del amor han
recibido. Cambiemos esa historia, vamos por ese ¡¡Nunca Más!!
Estas no son solo palabras
de buena crianza o palabras tiernas, son palabras que llevan consigo la
esperanza de de ayudar a alguien, para que ese golpe, esa manipulación o ese
insulto recibido sea el último. Para que nunca más, eso horrible que has vivido
te vuelva a ocurrir.
Hay un poema que el Dr.
Hormachea escribe en su libro “Cartas a mi amiga maltratada” es el siguiente:
Si
la vida tiene vida, ¿por qué yo estoy en la muerte?
Si
todos somos iguales, ¿por qué es esta mi suerte?
Es
la decepción la que inunda mi riguroso camino
y yo no sé si exista otro con diferente
destino.
Yo
fui como tú, querida, mi alma sintió la ilusión.
Yo
soy como tú, querida, pues hoy tengo desilusión.
No
nací para el desprecio, ni soporto la violencia;
ella
convive conmigo; duele mucho su presencia.
Si
el matrimonio es amor, ¿por qué existe este trato?
Si
el matrimonio es amor, ¿Por qué existe el maltrato?
O
no tengo las respuestas ni pretendo encontrarlas.
Es
nuestra obligación. Hay que confrontarlas.
He
decidido que sí puedo salir de este terrible abuso.
O
debo ser un juguete que se gasta y se rompe con el uso.
Con
amor, determinación y fuerza buscaré sabio consejo,
que
hoy me permita iniciar este viaje de regreso.
Si
Dios me creó a su imagen, ¡Puedo vivir dignamente!
Si
Dios me creó a su imagen, ¡Puedo vivir sabiamente!
Con profunda esperanza
y cariño.
D.H.M.C.
*Fotografía tomada por mi a la estatua del Ministerio de Hacienda, Santiago Centro, Chile.
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